A MANUEL GAMEZ HEREDIA -MOMO-

- ¡Hombre! ¡Cuánto tiempo sin verte!
- ¡Ya lo creo! Te veo muy bien, ¿Cómo estás?
- Pues aquí, como todos los años. Ya no me acuerdo de cuándo fue la primera vez que sacamos a María Auxiliadora a la calle. Era allá por los años sesenta y…
- Tranquilo, tranquilo, que nos conocemos. Y como no te pare, me cuentas otra vez la historia de cómo comenzasteis la procesión, tus peleas con los directores, los capataces, los cargadores…
- Es que esto es muy grande. Sacar a nuestra Madre por las calles de Cádiz era algo que solo estaba en nuestros sueños. Y yo lo único que quería era que toda la ciudad pudiera homenajearla a Ella en su día, como Dios manda. Y desde entonces, ni un solo año ha faltado a esta cita. Al principio era yo mismo quien me encargaba de sacarla, pero la edad no perdona, y poco a poco tuve que ir dejando a otros más jóvenes. Pero eso sí, yo nunca he dejado de venir aquí, a acompañarla.
- Sí, ya veo. Yo también me acuerdo de cuando era pequeño, y todos los alumnos esperábamos este día para poder salir en la procesión.
- No solo los alumnos. Todo el barrio de San José estaba pendiente de Ella. Y a mí me llenaba de orgullo saber que todo el esfuerzo, la preparación, las conversaciones con los salesianos… todo había valido la pena. Y Ella, qué me dices de Ella. Con esa sonrisa es capaz de iluminar todo el barrio. ¡Qué digo el barrio! ¡Todo Cádiz!
- Lástima que este año no pueda salir.
- Este año no, porque ese mal bicho tiene a todo el mundo encerrado en casa. Aunque te corrijo en una cosa: La que no va a salir es la procesión. Porque Ella, no es que no vaya a salir. ¡Es que siempre está con nosotros! ¿O es que te crees que no está atenta, vigilante, cuidando de sus hijos? Si en realidad yo lo único que hice fue buscar un paso, un grupo de cargadores y un recorrido alrededor del colegio. Como decía don Bosco, “Ella es la que lo ha hecho todo”.
- Bueno, bueno, no te emociones, que tú ahora sí que estás a su lado.
- No lo sabes bien. Desde que llegué, lo primero que hice fue ponerme junto a Ella. Y puedo atestiguar que eso que dicen de que madre solo hay una es mentira: En la familia salesiana tenemos dos. La de la tierra y Ella.
-…
De pronto, me vi en casa. La tele encendida daba cuenta de los curados, cada vez más, tras la infección por ese “bicho”. Y me acordé de sus palabras: “Ella está atenta, vigilante, cuidando de sus hijos”.
Ahora sé que toda esta conversación ha sido un recuerdo, quizás un sueño. Ahora sé que, aunque este año no salga la procesión, eso no quiere decir que nuestra Madre no esté en medio de nosotros. Ahora sé que, como dice la canción, aunque todos los cuentos parezcan “el cuento de nunca empezar”, este cuento sí que tuvo un comienzo, construido sobre el empeño de algunos que, encabezados por él, movieron cielo y tierra para lograr que todo el barrio de San José tuviera el placer, el privilegio si quieren, de poder contemplarla, al menos un día al año, por las calles de la zona. Ojalá sea así muchos años más.
Seguro que, si nos fijamos bien, podremos ver junto a su paso, o quizás en la representación de los antiguos alumnos, a una figura pequeña, oronda, llena de orgullo. Será él, que satisfecho, verá cómo su sueño, ése de pasear a María por las calles de Cádiz, “y con el estilo de Cádiz”, como le gustaba decir, se habrá hecho realidad un año más.
José Francisco Barcelona 

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