LAS LENTEJAS Y EL CAVIAR
Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas, cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
Y le dijo Aristipo: “Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas”.
A lo que replicó Diógenes: “Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey.”
(Anthony de Mello: “El Canto del pájaro”)
“Adular” es vender hasta la propia entidad personal al mejor postor. Las lentejas se pueden trocar en caviar a cambio de dejar de ser y de pensar lo que uno es, para ser y pensar según los intereses inconfesables de otros. En muchos aspectos de la vida, hoy (en economía, en política, en procesos de progreso material…) es frecuente el ver cómo se cambian lentejas por caviar a cambio de trocar honestidad por “servilismo”.
Don Bosco siempre fue partidario de las lentejas antes que del caviar: “El mejor plato de comida es la buena cara”, nos comenta en la “Carta de Roma”. Él nos quería “buenos cristianos y honrados ciudadanos”, expresión que subraya la importancia de la honestidad y la coherencia frente al hecho de hipotecar el propio “ser y sentir” a cambio de sustituir las lentejas por un menú con muchas estrellas “michelín” a sus espaldas.
José Manuel Pozas S.D.B. Consiliario.
BUENOS DÍAS, BUENAS TARDES, BUENAS NOCHES NOS DE DIOS
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